sábado, 5 de julio de 2008

NATURALEZA Y ARTE EN EL PAISAJE




















Desde el punto de vista de la arquitectura, no puede hablarse de un paisaje natural o si se habla de él, debe contarse con que el paisaje, si es natural, estará humanizado en mayor o menor medida tanto por el que lo percibe como por su posible descripción oral o literaria que de él nos llega. Esto nos aleja bastante de la idea del paisaje convencional, o de las nociones de un paisaje más o menos ideal sobre el que luego se ha intervenido, pero también da otra noción sustancial de lo que es el concepto de paisaje y esta no es otra que la de su naturaleza esencialmente histórica. El paisaje necesita de un narrador o de alguien que lo contemple para poder pasar desde un ser abstracto al territorio de la descripción o de la narración.













En este sentido, el paisaje no es la naturaleza sino la descripción de la misma y por ello es fundamentalmente literario e histórico, tal y como antes se apuntaba. Por esta razón y en muchos casos encontramos pinturas o descripciones de paisajes que nunca existieron en sentido estricto, o que igualmente se confeccionan a base de retazos tomados de aquí y de allí por el artista o el narrador y en los que la única intención es la de mostrar sus fantasías o un mundo de intenciones propio e individual que es el que interesa al propio autor del paisaje.



















Eso supone adjudicar al paisaje un carácter abstracto, por cuanto la información física que ofrece a través de sus distintos elementos sólo es la excusa para que el artista o el que lo contempla realice o describa su propia experiencia al contemplarlo. De esa forma el paisaje como excusa conducirá en ocasiones al propio paisaje realmente imaginado- aunque todos lo son al menos en parte - al paisaje como complemento apropiado para otro motivo central y prioritario, al paisaje interior que refleja un estado de emoción del sujeto determinado- como ocurre en Turner -, o al paisaje metafísico y estructural de las figuraciones de Chirico o Morandi.


















Una segunda acepción del término paisaje se refiere a una "extensión de terreno considerada en su aspecto artístico" con lo que el término contrae una acepción distinta sustancialmente pues ahora ya no interesan tanto los aspectos históricos o antropológicos del concepto de paisaje sino los puramente estéticos, es decir los que se refieran a sus posibilidades de ser considerado como obra de arte. Puede verse también como la idea de paisaje es sustancialmente distinta en las dos acepciones y en viene dada en función de la intención del que lo contempla.














En la práctica más común y habitual, el territorio soporta una utilización más o menos eficiente, al igual que otro objeto dentro de la actividad humana y también, desde el punto de vista histórico este concepto es el primero que aparece, con una amplia variedad de usos, incluyendo también entre ellos los simbólicos, políticos y religiosos.





















En el caso de las industrias o la agricultura, el interés del paisaje está afectado fundamentalmente por su posible eficiencia o funcionalidad productiva. Se trata en este caso de algo que afecta al uso del territorio pero no al territorio en sí mismo, ni al análisis de su aspecto, que aparece en un plano secundario, oculto por la función que cumple o a la que se ve determinado. El territorio no ha llegado aún a la categoría de paisaje y vale en cuanto sirve para algo práctico y no para fines de otro orden. La diferencia entre paisaje y territorio se produce al despojar el segundo de su finalidad práctica para convertirlo en algo estético, confiriéndole de esta forma la posibilidad de acceder a la categoría de obra de arte.
















La característica fundamental de la obra de arte es la propiedad de ser reconocida como tal, como ya señaló Cesare Brandi . Es esta una definición circular y redundante, pero no existe otra, ya que una obra de arte es o no es al ser reconocida así. A diferencia de las obras de arte realizadas por individuos, en el caso particular del paisaje, no existirá normalmente una autoría responsable del fenómeno- lo que para algunos es un campo de trigo para otros resulta ser un paisaje-, con lo que el término dependerá del propio reconocimiento del observador u observadores, que también se hayan inscritos dentro de un ciclo temporal. Por otra parte, también resulta cierto que el paisaje es una realidad construida a lo largo del tiempo y en varios tiempos. En una visión a corto plazo el paisaje cambia, digamos durante las distintas horas del día, o con la climatología cambiante, con el viento y el ángulo de la luz que hacen que sus elementos ofrezcan valores distintos y aún opuestos.



















A largo plazo, el paisaje se transforma, con los cambios de estructura y propiedad del territorio y las variaciones de los accidentes geográficos, en mayor o menor medida y los cursos de agua. De este modo, el paisaje altera sus variables estructurales, pasando a formar parte de las variaciones geológicas y geográficas del territorio. En consecuencia, su forzosa temporalidad hace que el entendimiento del fenómeno del paisaje adopte distintas y variadas formas o papeles que sirven para facilitar su comprensión.















© M.M.Monis 2008

1 comentario:

Ramon de la Mata dijo...

muy bonito post....
saludos