sábado, 12 de julio de 2008

NATURALEZA Y ARTIFICIO EN EL PAISAJE.



Volviendo al principio, reanudaremos la discusión entre lo natural y lo artificial en el paisaje. El concepto de lo natural es de enorme amplitud y abarca un gran número de significados, muchos de ellos de enorme ambigüedad. Lo natural se refiere en primer término a "lo perteneciente a la naturaleza o conforme a la cualidad o propiedad de las cosas"[1] . Si incluimos al hombre como fenómeno perteneciente a la naturaleza y con él todas sus producciones, lo natural alcanzará a casi todo. En lo relativo a la cualidad o propiedad de las cosas, estas derivarán de las características de las cosas y particularmente de su condición natural o artificial, con lo que nos encontraríamos ante otra definición circular.


Para precisar el término debería acudirse al concepto opuesto, tradicionalmente considerado como lo artificial, que resulta ser por antonomasia lo hecho por mano o arte del hombre y también lo falso, o lo que no es natural. Siendo el hombre algo natural, puesto que pertenece a la naturaleza y se encuentra en ella, el resultado de lo que es de su mano o de su arte, resulta ser lo opuesto a su origen, es decir, lo artificial. La inteligencia, que es la cualidad que debería de distinguir al hombre del resto de las cosas, es algo natural en el hombre y sin embargo los productos de ese hecho natural constituyen definitivamente lo artificial. Puede verse como la propia definición marca un límite variable para servir de frontera entre lo que se considera tradicionalmente opuesto- lo natural y lo artificial- y que ese límite viene dado por el uso de la inteligencia, si es que fuera esa la cualidad distintiva del hombre. Como esto no puede afirmarse taxativamente- al menos en todos los casos- la definición deja también el resquicio, ya no de la inteligencia sino de la propia actividad del hombre para definir lo artificial, con lo cual el término toma un carácter estrictamente antropológico, fijando el límite entre lo natural y lo artificial a la existencia- o no- del hombre dentro de un territorio.

En consecuencia, puede decirse que lo natural sólo se encontraría con anterioridad a la aparición del hombre sobre el planeta, o bien en regiones que siempre hayan estado deshabitadas y en consecuencia no presenten huellas de la mano o del arte del hombre. El paisaje natural resultaría ser entonces en último extremo el paisaje sin humanizar, puesto que al llegar el primer hombre e intentar su conocimiento, ya pasaría a ser mínimamente artificial. En consecuencia sólo se podría hablar de paisajes naturales en regiones inexploradas o deshabitadas desde siempre y llegando al límite en paisajes ignotos o desconocidos y en consecuencia indescriptibles. El concepto de paisaje natural es consiguientemente algo falaz y solo puede hablarse propiamente de paisajes humanizados en mayor o menor medida, que mantendrán también parcialmente sus características primigenias. El mito de la naturaleza y lo natural vuelve a aparecer aquí con toda su fuerza, pues lo natural es forzosamente indescriptible, al ser el hecho mismo de la descripción humana lo que hace que un territorio pierda su condición de paraíso perdido para convertirse en territorio del hombre y consiguientemente en infierno encontrado.


El mito de lo natural sigue sin embargo incidiendo en el lenguaje para identificar lo "natural" o "ser natural de" con lo que se corresponde con un determinado paisaje o territorio con lo que la contradicción se hace aún más evidente. Lingüísticamente, la condición indígena se confunde con la condición natural, como si lo natural fuera nacer en donde se reside y no donde se "está". Lo natural en este sentido tendría como resultado al nacimiento de hombres que a través de su actuación llevarían lo artificial a la naturaleza donde residen, que sin embargo seguiría siendo natural a pesar de su demostrada condición de producir "artificiales".


En otra acepción, derivada del convenio elaborado en la conciencia sobre la asombrosa verdad y bondad primigenias de la naturaleza, lo "natural" sería lo realizado verdaderamente, sin artificio, mezcla, ni composición alguna, lo que supone conceder virtudes morales - como el uso de la verdad - a objetos que en principio no poseen cualidades morales- que son producto de usos y costumbres derivadas de la creación de sociedades humanas. Cabe también plantear que el hecho de la aparición del hombre y la creación de sociedades es "algo natural" pero sin embargo eso nos alejaría de la definición de lo artificial que antes se ha utilizado, en cuanto a obra o arte del hombre, con lo que resulta que la definición de lo natural es esencialmente tramposa en este sentido y sólo posee un sentido moral, ajeno a su condición de cosa.

Otro particular lo constituye el análisis de la suposición mediante la cual lo natural no contiene mezclas, artificios o composiciones espurias, cuando ello supone el dotar a la evolución- que no conoce tampoco criterio moral- de cualidades de pureza y carencia de complejidad, cuando realmente ocurre más bien al revés. Este mismo discurso se podría realizar refiriéndose al opuesto- lo artificial- si realmente el uso del lenguaje, las leyes, las costumbres y el arte no hubieran ensalzado durante siglos las virtudes de la naturaleza y de lo natural. Lo que realmente ocurre es que "esa naturaleza ensalzada" no es la naturaleza como tal, sino la propia recreación de una naturaleza moral creada o recreada por el hombre a través de planteamientos arcádicos o míticos que se basan en última instancia en el culto a los mayores- padres o madres, en función de la época y desarrollo de las sociedades.


El conflicto se agudiza aún más conforme más nos vamos adentrando en el concepto, con la asimilación de lo natural a lo espontáneo y sin doblez en su proceder. Independientemente de la ya comentada atribución moral de verdad a la naturaleza, es notoria la complejidad y variabilidad caótica con la que se producen los hechos naturales. La regularidad, lo fácilmente creíble y lo que sucede comúnmente son hechos de la artificialidad y sólo excepcionalmente son naturales.


La noción de lo "natural" deriva pues de un artificio antropológico tanto desde el punto de vista lingüístico, como desde el punto de vista del paisaje y en consecuencia debería escribirse entrecomillado cuando no se refiriera a acontecimientos propios de las fuerzas de la naturaleza física, en contraposición a lo sobrenatural o milagroso, o bien utilizarlo en forma eufemística hablando de "lo que se entiende como natural" o "lo que en caso resulta natural" aunque resulta probable que en todas estas ocasiones existan palabras mas precisas para describir la situación que se pretende juzgar.


[1] O.C. p.1.011

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