viernes, 11 de julio de 2008

EL PAISAJE EN SU SER HISTÓRICO.


El paisaje desde un punto de vista contemplativo es un objeto que se sitúa en el límite de lo artístico, en tanto en cuanto puede no poseer a priori un reconocimiento inicial por parte del artista en el momento de su producción. Igualmente ocurre con los individuos, que situados en el lado del observador le otorgan su calificación artística. Lo que para algunos son cosas artísticas para otros pueden carecer de valor, y en este sentido la posible connotación artística de un paisaje tiene un factor casual o azaroso que lo aleja de la noción habitual de obra de arte, en la que debe existir la conciencia del artista creador y la del observador, con un característico y propio reconocimiento doble. El hecho de que el paisaje carezca posiblemente de autor, no lo aleja sin embargo de su capacidad de ser percibido como hecho propio de la conciencia individual, en cuanto es reconocimiento y que queda en consecuencia desligado de fenómenos de época o moda con los que las características del paisaje podrán o no coincidir .


El comportamiento hacia un paisaje dependerá de ese reconocimiento otorgado que se produce en el tiempo y que le da una primera y fundamental connotación histórica. El paisaje necesita no solo del tiempo que lleva su creación, sino de un segundo tiempo que le da su dimensión como objeto de disfrute; necesita pues del tiempo de los demás, es decir de la historia. En este sentido el paisaje se aleja de la connotación natural para convertirse en un producto histórico y por ende cultural, lo que pertenece al territorio de la pura artificialidad. La noción de lo natural se ve así urdida por la visión del comtemplador que confiere a ese hecho (natural o no) una condición culta que procede de los ojos del que lo ve.



Desde el punto de vista del tiempo transcurrido el paisaje en su consideración estética, es profundamente histórico. Si se vuelve el razonamiento del revés ocurre algo parecido pues en un escenario histórico siempre encontraremos algún detalle que aunque no posea gran trascendencia proporcionará una serie de datos que tendrán un carácter estético, de forma que si ese paisaje fuera lo único que subsiste con las características propias de un territorio (o de una época), sería algo absolutamente imprescindible desde el lado de la contemplación y el disfrute.



El paisaje posee esencialmente esa doble connotación, sin que pueda prevalecer un aspecto sobre el otro ya como fenómeno de los sentidos que es, requiere un reconocimiento individual en cada uno de los casos. La tercera acepción del DRAE sobre el término paisaje se refiere ya a algo propiamente artístico, como una "pintura o dibujo que representa cierta extensión de terreno", con lo que los términos ya se suman y se confunden y lo que podría ser una posible obra de arte - solo en la contemplación- pasa ya a ser una obra de arte con todas sus características formales. Por razones de claridad, distinguiremos a partir de ahora ambos términos utilizando “paisaje” cuando nos refiramos a la visión estricta del territorio contemplado y paisaje para la referencia de la obra de arte en la cual se instale la imagen de esa visión. El paisaje será el modelo (aún ideal) y el paisaje la obra de cualquier clase que trate de él.
Puede verse sin embargo que el fenómeno es el mismo, pues el espectador que reconoce un paisaje como algo que puede entrar en el mundo del arte, ya está tomando partido por una opción estética y por reconoce su visión "paisajista" que ya no es una visión utilitaria del medio, con sus características orgánicas o productivas, sino una visión histórica y estética que preludia, en su caso la aparición del paisaje como recreación individual del artista o del poeta.



- Pepe, mira que atardecer más bonito ¿Porqué no sacas una foto?


Evidentemente, la fotografía de Pepe no ilustrará en mayor medida la ocurrencia demandada, ya que la visión del (la) solicitante ante la puesta de sol no va a ser interpretada ni siquiera por la cámara fotográfica. Así tendremos al menos tres formas de paisaje, que corresponden al mismo modelo territorial; las dos primeras corresponden a las dos personas implicadas y la tercera a la manipulación fotográfica de la imagen. El propio término "paisajista" no solo describe al pintor de paisajes, sino que pasa a representar, - con el descubrimiento del paisaje como realidad histórica y estética -, al especialista en parques y jardines o en la conservación del entorno . En cualquiera de las acepciones que se han visto, la utilización del término paisaje trae consigo un juicio de valor que resulta evidente cuando el paisaje se toma como excusa para la producción, el acabado o la escenificación de una obra de arte, pero que también resulta cierto cuando no es así. Por esta razón de tipo estético el paisaje requiere de uno o varios adjetivos, y estos entran dentro del campo de la sensibilidad del sujeto.



Lo que no se mira o lo que no se percibe, o no llama la atención, no posee la categoría de paisaje. Se habla de un paisaje desolador o un paisaje bucólico, juicios todos que alcanzan a lo que se ve o en definitiva, lo que puede ser observado. Sustancialmente el hecho de que el paisaje aparezca o no es el resultado de una operación selectiva realizada por el sujeto individualmente. Es por esta razón por la que el paisaje se configura en la conciencia con carácter previo a cualquier otra obra que se refiera o pueda referirse a él.



El fenómeno de estimación o desestimación de esa porción de territorio que constituirá un paisaje, es su hecho constitutivo fundamental y de él se derivan las consecuencias posteriores que ese descubrimiento conlleva, tanto sea en pintura - dando origen al paisajismo o a la pintura paisajista-, en literatura - con la narrativa descriptiva o la literatura de viajes-, o bien desde la propia arquitectura, que bien intentará poner de manifiesto determinados valores, suprimiendo y modificando algunos o incorporando otros y tratando de presentar una arquitectura paisajista.




En cualquiera de los casos, lo que aquí se intenta determinar no son los valores del paisaje sino el papel que tiene la arquitectura en su definición y como incide en sus distintas acepciones. Habida cuenta que la arquitectura (en un sentido amplio) incide en el medio físico es seguro que también incide en la determinación de lo que se entiende por paisaje. Simplemente el hecho de poder acceder a su contemplación ya supone interpolar alguna leve modificación que permite (exploraciones, sendas, vías y caminos) su contemplación. El paisaje virginal no existe pues solamente el hecho de llegar a él ya supone una cierta destrucción de su razón primigenia.



Podemos aventurar sin equivocarnos que el paisaje virginal es, en consecuencia, mitológico y cultural y solamente pertenece al territorio de la imaginación, tal y como ha sido visto por los artistas a lo largo de la historia. De ese modo la noción de paisaje se alimenta en su raíz de los mitos creados por los hombres y se separa de su consideración de naturaleza. El hombre, ya en sus primeras intervenciones jerarquiza y humaniza esa condición interponiendo megalitos que dotan a la naturaleza de una condición habitada que la hace cultural. Ese es el motivo por el que geografía e historia siempre fueron de la mano, sin poder ser comprensibles la una sin la otra. Es imposible describir el paisaje del Jurásico solamente porque entonces el hombre no existía y los dinosaurios no entendían (que sepamos) de paisaje alguno. El paisaje para el animal es solamente un territorio mientras que para el hombre puede llegar a ser, en su caso, un motivo de contemplación o de imitación. Pero esa es otra historia.


2 comentarios:

Isabel y Gema dijo...

Pues me interesa esa "otra historia".
Besos wapo

M.Monís dijo...

Bueno...eso pertenece al reino jurásico ¿no?

Besos para ti...me alegra que vengas