miércoles, 25 de junio de 2008

Proyecto y azar



Una colección de papeles, en mayor o menor orden no constituye un proyecto a no ser que se intervenga desde fuera para que ese material tenga el sentido adecuado. La idea de proyectar deriva etimológicamente de la noción de lanzar (proiicere) pero también este término latino tiene otras acepciones complementarias como son dar de comer (proiicere cibum), extender el brazo (proiicere brachium), poner delante o adelantar, hacer sobresalir, tener delante u oponer (proiicere scutum) arrojar, desterrar o derramar, proferir y tirar, despreciar (quibus est tam proiecta senatus autoritas: para quienes es tan despreciable la autoridad del senado), precipitar a un peligro y también derribar. En todas ellas existe una nota común que se refiere a la noción espacial de adelantamiento que se corresponde con la temporal de futuro. La acepción primera de "lanzar o dirigir hacia adelante" genera otro uso a través del romance en "idear, trazar o proponer el plan y los medios para la ejecución de la cosa". Lo proyectado se convierte de esta manera desde su propia etimología en lo que se adelanta sobre algo, noción que es común a los proyectos de arquitectura o ingeniería, entre otros.



Si avanzamos aún más en la definición nos encontramos con que proyectar es también el hacer visible sobre un cuerpo o una superficie la figura o la sombra de otro y también, en el campo estricto de la geometría, el trazar líneas rectas desde el perímetro de una figura o un sólido, con un convenio determinado o una regla fija hasta encontrar una superficie. Proyectar sería entonces lanzar (en su más primaria acepción) y en este sentido su objetivo sería "lanzar para producir lo visible". El hecho de proyectar tiende entonces al adelanto de lo que acontece, esto es, a su prefiguración. Proyectar es adelantar la figuración mientras que la realidad de lo proyectado sería la figuración en sí misma. Volviendo a la primera definición de arquitectura y para que esta exista o se produzca, deberá ser en mayor o menor medida prefigurada. La prefiguración, como representación que se anticipa a la cosa es un hecho de orden mental y en este sentido el proyecto es la idea que se tiene de la cosa antes de que sea como tal. El proyecto tiene por tanto una naturaleza esencialmente ideológica y los medios para representarlo no son sino los instrumentos al servicio de la cosa, pero no la cosa en sí. Desde ese punto de vista no se puede alcanzar la idea de la cosa más que a través del entendimiento de la idea sin que la simple escritura o reflejo gráfico del objeto pueda ofrecer más que una información fragmentaria sobre la obra prefigurada. Es por esta razón por la que una partitura excelente mal ejecutada no es buena música en absoluto y como tampoco unos planos, en sentido estricto tampoco ofrecen la información que luego proporciona todo el edificio. La información material de la obra o del proyecto no es la obra en sí sino mas bien una parte del proceso.



Desde el punto de vista ideológico ocurre algo semejante, pues las ideas ulteriores que derivan de la idea original del proyecto están subordinadas a la idea primera, presentándose el proyecto como un conjunto de ideas subordinadas y en un orden de jerarquía también prefigurado y prefigurado por una idea generatriz original que estrictamente sería el único proyecto. Desde un punto de vista temporal, el proyecto se presenta como una idea fulgurante que surge desde una instancia interior, desde algo que corresponde al espíritu del hombre y que al aparecer en un determinado instante formalmente prefigurado. Este instante podría describirse como el de la alucinación del proyecto - algo que antes no era y luego existe- pero sólo y hasta entonces como una realidad de la mente, como algo que sólo tiene hasta ese momento una existencia espiritual. Para que el proyecto exista deberá entonces existir esa alucinación, guión último y definitorio de lo que la cosa será. El fenómeno se produce subsiguientemente "a través " de otras ideas, estas menores y subordinadas a la cosa principal, a la alucinación primera que ya está prefigurada y la bondad o maldad del proceso dependerá en tanto en cuanto, la colección de ideas accesorias que el sujeto maneja o distribuye para perfilar el orden, la dimensión o la magnitud de la idea original se ajuste a su primera y original prefiguración, proceso en el que ya lo material se incorpora al propio proceso ideológico, dentro de una dinámica que resulta connatural y característica en el proceso creativo.




Parece pues que desde este punto de vista, lo azaroso queda fuera del conjunto de la génesis de la obra y cabe preguntarse si esto se produce realmente y en este orden. Debe pensarse que esto no tiene forzosamente por que ocurrir así y que el valor de lo azaroso dentro del proceso de creación puede no ser despreciable. Su valor dependerá no en tanto en cuanto a la génesis del proceso, o al carácter de objet trouvé, que en sí mismo puede ser valioso o no serlo sino a su manejo ulterior. El fenómeno del azar- equivalente al dado que trae o no trae la suerte - no es significativo en sí mismo, salvo en su propio hecho afortunado o desgraciado, sino en la manipulación que del objeto o la idea se hace después. El azar encuentra sí su justo término y su papel, aunque este sea, a veces, fundamental y determinante dentro del proceso de creación, mientras que su manipulación interesada por el actor hace y determina su sentido dentro de la cosa, confiriéndole su significado y su valor de jerarquía para el espectador.

© M.M.Monis 2008

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