martes, 24 de junio de 2008

Introducción

La idea inicial de este blog es tanto la de la analizar la arquitectura y su relación con el paisaje como particularizar los aspectos arquitectónicos que el propio paisaje puede poseer y también cómo el hecho arquitectónico sobre el paisaje incide en su estructura y morfología. Estas ideas llevan, en primer lugar, a investigar los propios términos de arquitectura y paisaje, intentando establecer sus posibles relaciones conceptuales.
















LOS TÉRMINOS DE ARQUITECTURA Y PAISAJE.


En el artículo correspondiente del Diccionario de la Lengua [1] figura la palabra Arquitectura como: "f. Arte de proyectar y construir edificios". Puede verse como la noción de arquitectura queda definida en este diccionario solo en relación a los hechos edificatorios aislados, por lo que si el concepto se quiere ampliar para algo más que a los propios edificios en sí mismos, la definición debería de incluir otras nociones de mayor amplitud que aumentaran el hecho estricto de proyectarlos y construirlos. El concepto tiene un carácter doble, pues se aplica a las ideas de proyectar y construir, que aparecen conjuntas e indivisibles en la arquitectura, lo que parece descartar en principio todo lo que estuviera construido pero que no obedeciera a un proyecto previo. Por otra parte, tampoco lo que estuviera proyectado pero no hubiera sido construido quedaría comprendido dentro de la arquitectura. El proyecto sin edificio o el edificio sin proyecto, quedarían dentro de esta visión del hecho arquitectónico, como actividades esencialmente incompletas. Parece que el hecho arquitectónico se encuentra vinculado a la propia presencia edificatoria, a algo que es realmente físico y no mental. Esta acepción descartaría la arquitectura como fenómeno de la pura imaginación, ya que siempre debería tener un reflejo dentro del mundo material.








Los mismos términos de proyecto y construcción, posiblemente adquieran su sentido pleno dentro de la discusión del hecho que se percibe individualmente entre lo proyectado y lo construido. La discusión se plantea en los mismos términos que los de la producción de objetos de cualquier otra clase, pues el fenómeno del hecho o de la obra de arquitectura no desvela normalmente las actividades que la producen, tal y como cabría esperar. Por otra parte, el aspecto de la obra en ejecución se aleja en mayor o menor medida del objeto final al poseer su propio aspecto de obra- en el sentido que aplican los arquitectos a lo que está en ejecución- hasta llegar al edificio acabado en el que la propia obra queda interrumpida. La cantidad de acepciones que el término obra posee exige examinarlo detenidamente; y como sinónimo de trabajo se refiere igualmente al hecho de hacer- como actividad- y al producto de esa actividad. La obra de alguien se referirá a la cosa hecha por un agente, a algo producido por alguien y particularmente la que resulta ser de importancia particular. Se supone sin embargo, que cuando se habla de obra, nos referimos a un trabajo completo pues en otro caso, se habla de obra incompleta o inconclusa con lo que se ve que el concepto lleva implícito un cierto carácter de perfeccionamiento o acabado que le da precisamente su categoría de obra en este caso. Sin embargo, y desde la otra acepción del término, manifiesta lo que está en marcha- lo que puede ser- o lo que tiene alguna posibilidad de ser acabado. Cuando decimos que algo está en obras, nos referimos a construcciones bien sean de edificios, caminos, canalizaciones, trabajos hidráulicos etc. y precisamente estas últimas se denominan universalmente como obras públicas, representando las que pueden teóricamente ser usadas por todos. Si bien pueden existir caminos, canales o puentes propios de particulares, su carácter inmediatamente universal y no exclusivo les confiere esa categoría.



















Mientras que un edificio, por público que sea puede ser inmediatamente privatizado por su condición cerrada, lo que no tiene esa propiedad accede rápidamente a la categoría de lo público, pues no tiene posibilidad de ser limitado salvo por la voluntad o intención del dueño. La obra pública, por su condición de utilidad inmediata y colectiva se personaliza mas bien por un signo que le viene impuesto desde fuera por la voluntad del otro, y mientras que el edificio muestra lo mismo en su aspecto público, asimila e individualiza más fácilmente en lo privado los aspectos singulares de los sujetos que los habitan, tal y como lo vemos, por ejemplo, en la arquitectura popular. El paisaje tiene también esa condición pública, de forma que su limitación o cancela es siempre costosa y difícil, pues entra en colisión con el antiguo espíritu de cazador que el hombre posee genéticamente y que a la vez le induce por un lado al acceso a nuevos territorios y por el otro, a la defensa de los propios. La crueldad extrema ejercida en época medieval contra los cazadores furtivos o hacia la recogida de leña en bosques de particulares explica bien esta dificultad de defender lo que tiene carácter de público o universal y a lo que todo el mundo se considera con derecho, como patrimonio supuestamente inagotable.


















En la construcción se da una noción doble del concepto de obra y si se dice que un arquitecto tiene una buena obra, lo mismo puede entenderse según el sentido de la frase, que nos estamos refiriendo al conjunto artístico de su obra de arquitectura que a una obra importante que esté proyectando o dirigiendo en ese momento. La dualidad sólo se da en términos de construcción para arquitectos o ingenieros y mientras que nadie aplica el término obra en ejecución para escultura, pintura o literatura, sí lo aplica para las construcciones. Existe una excepción a este uso del término que queda referido exclusivamente a la música, que tiene su presencia evidente cuando es ejecutada, esté o no esté antes escrita, iniciándose así la discusión sobre si la música para serlo debe ser antes compuesta, o si la arquitectura debe de tener proyecto para ser reconocida como tal.

















Debe suponerse, en principio, que puede existir música o arquitectura producto de una improvisación y que mediante ese mecanismo de la improvisación, tan válido como cualquier otro, se podría acceder a una obra de determinada categoría y acabado. Sin embargo no puede existir improvisación en sentido estricto, ya que el hecho de construir o ejecutar, requiere la disposición o el manejo de un material previo. La improvisación más creadora se elabora en torno a un tema y alrededor de él se especula, se trabaja o se varía, recreándose la obra o la composición un instante antes de ser ejecutada, pues sin ello el material no llegaría a adoptar una presencia formal. El hecho de que sea un fenómeno rápido o instantáneo - según la habilidad del ejecutante, o compositor, o artífice- no entra en colisión para que sea un acto de creación propio y previo al de la ejecución. Inversamente, si alguien opera sobre una partitura o proyecto conocido, siempre pondrá en el momento de la ejecución un pequeño rasgo o un carácter personal que dará a su obra el carácter de versión, que le confiere un carácter único e irrepetible, aun sobre una partitura universalmente conocida y apreciada. No existe en consecuencia obra sin proyecto o música sin partitura, si bien estos dos no tienen por que estar escritas en sentido estricto. En el caso de las versiones, el fenómeno es doble puesto que una parte de la obra corresponde al compositor o creador del proyecto y la otra- y no de menor importancia- al que ejecuta lo que antes pensó el mismo u otro sujeto.



© M.M.Monis 2008



[1] Diccionario de la Lengua Española. Vigésimo primera edición. Madrid 1.992. p.136.Para las citas latinas del texto se utiliza el Diccionario Spes de Eustaquio Echauri. Barcelona 1.957 p.380.

1 comentario:

Isabel y Gema dijo...

Reconozco que no he sido capaz de leermelo entero... Pero hasta donde he llegado, estaba interesante.
Ya sabes que mi amor por la arquitectura es practicamente inexistente. Quizá cuando supere el trauma...
Un montón de besos