viernes, 27 de junio de 2008

Ideología y paradoja



Una vez establecida la prioridad ideológica del proyecto, deberá seguirse con el razonamiento desde el punto de vista opuesto- esto es - desde el entendimiento y la percepción de la obra de arquitectura por parte del que la contempla para llegar al punto de confluencia entre lo que es proyecto como idea y edificio como realidad. La arquitectura se entiende como algo que se ve, es decir como algo que pertenece a la cultura material del hombre. Por esa razón, parece que solamente a partir de lo construido y sólo desde esa noción de lo material se puede llegar a extrapolar alguna idea sobre el sustrato que pudo producirla. Desde este punto de vista no existe el proyecto abstracto sino el proyecto de un edificio concreto ya que ése edificio ofrece una realidad única y completa que deberá explicarse y justificarse en sí misma, pues en otro caso no sería obra de arquitectura ni obra de arte alguna. Al igual que algunos llaman música a la partitura, no siendo esta más que una parte de ella (pues el fenómeno musical sólo existe en el momento de ser percibido) el edificio en su percepción también es instantáneo. Lo temporal de la música se hace espacial en la arquitectura y mientras la música ofrece un discurso instantáneo a través del tiempo, la arquitectura ofrece un discurso instantáneo a través del espacio, y ambos discursos son percibidos en cada momento. Música y arquitectura son comparables en la percepción de lo instantáneo, y los sistemas de memoria ulterior funcionan también parecidamente; en lo musical mediante un teatro de memoria mental (cada ejecución es única y definitiva) mientras que la arquitectura presenta un teatro que puede ser revisitado en otro momento. Frente a la variabilidad y posible repetición de la ejecución musical- aunque no en sentido estricto-, la arquitectura presenta normalmente composiciones de ejecución única, asimilándose en este caso a la música aleatoria o a las composiciones de jazz. Cabría citar el ejemplo de las últimas elaboraciones de Glenn Gould para la casa Sony, a base de repeticiones continuas en las sesiones de grabación hasta encontrar esa música perfecta que solamente habitaba en su imaginación y que era imposible (en su opinión) de producirse en una sala de conciertos por la imposibilidad de volver a tocar lo que ya ha sido tocado. En cualquiera de los casos, lo construido es la única imagen del dato apta para producir sensaciones o análisis ulteriores sobre la cualidad o el significado de un edificio, significados que a su vez, y como ocurre con cualquier obra de arte, pueden variar a lo largo del tiempo o la historia. Y también es curioso que el propio Gould a veces se equivocara en sus apreciaciones sobre lo grabado al distanciarse tanto de la composición original mediante esas recreaciones tan propias que excluyen la frescura de ejecución de otros artistas como Richter o Rubinstein.


Si es el material lo que ofrece el dato sobre la arquitectura, el análisis o la emoción que ofrece ese dato material permitirá imaginar a veces el proceso constructivo y creativo, y aunque el hecho de que la arquitectura como arte debe de ser histórico, se generará una cierta dificultad en el proceso ya que tampoco la historia no puede ser reproducida a capricho. La definición de arquitectura no sólo nos remite al arte de proyectar edificios sino al hecho conjunto de proyectar y construir. Desde el espectador, la ideología que subyace en el hecho del proyecto, sólo puede hacerse evidente a través del material, que es lo que le informa sobre la obra y desde ese particular punto de vista la obra es lo que aparece y sólo eso. La materia actúa como soporte de la obra y el contenido y la significación de la misma es transmitido al espectador a través de ella en un fenómeno inverso al del hecho de la creación. La labor de la crítica conduce pues a un camino inverso (aunque no exactamente simétrico) al del proyecto y a veces los resultados no son forzosamente coincidentes. Este fenómeno se produce por la propia independencia de la obra de arte, o de arquitectura en este caso, que poseen un devenir y una existencia independiente de la del propio autor que la crea o la compone. El significado de la propia obra pasa a ser así tarea del espectador, crítico o usuario de la obra que encuentra - desde su particular contexto - las proposiciones que la obra le ofrece o le niega.

Se ve entonces como el concepto de arquitectura en particular y el de la obra de arte en general, encierran esa doble cualidad en la que lo ideológico está forzosamente limitado por las posibilidades expresivas de lo material y a la inversa, lo que es puramente materia, se ve confortado por interpretaciones ideológicas que posiblemente conduzcan de nuevo al sentimiento del hecho creativo, o a sus posibles motivos, si bien este- por ser un hecho histórico- será siempre algo esencialmente irrepetible. La historia de la crítica se encuentra llena de intentos recurrentes que pretenden verificar los sistemas de producción de la obra de arte, y sin embargo resulta evidente que eso es un hecho imposible, al situarse dentro de unas coordenadas espacio-temporales de las que el crítico no dispone. También esa materia elaborada con las propias huellas del tiempo insertadas en su seno presentará – utilizando un término de Cesare Brandi - un efecto de "sordina" sobre la materia original que amortiguará en mayor o menor medida y también en función del tiempo transcurrido la posible pujanza ideológica del proyecto. Se ve muy clara ahora la propia intención proyectual en ese "ir hacia adelante", y a lo largo de la historia mediante el soporte de la materia, esa anteposición que inevitablemente supone el hecho de proyectar.

Sin embargo la cualidad de la obra, siempre informará en mayor o menor medida de un mundo de intenciones o referencias que el espectador podrá o no descubrir en función de la clase de obra que admire y ese fenómeno de reconocimiento que supone la admiración conducirá hacia una colección de pensamientos o de sensaciones que representan para el espectador lo que la obra representa. La particularidad que ese hecho concuerde con las intenciones iniciales del creador o el arquitecto no es relevante, ya que la propia revelación de la obra se viene produciendo a través del material que pervive en lo que se ve. Es por consiguiente falaz la aseveración de que puede existir arquitectura sin proyecto, o arquitectura sin arquitecto, ya que el hecho de descubrir un mundo de intenciones dentro de la obra supone el establecer un germen de proyecto, un afán de ir hacia la obra que es lo que ha permitido el que la obra sea.


También el hecho de la construcción es en sí significativo y requiere un análisis particularizado. Por una parte, el acto de construir, permite dar forma a la propia alucinación del proyecto, de manera que lo que posea fuerza ideológica suficiente será lo que pase al mundo de lo real, pudiendo entablar un nuevo diálogo con el espectador o el usuario, permitiendo incluso la recreación de otras alucinaciones formales que, en su caso serán posiblemente germen de nuevos hechos de arte o arquitectura. La construcción tiene igualmente una primera connotación de fabricación en tanto que se produce desde lo que no existía y precisamente la construcción de arquitectura, debida a su doble cualidad a caballo entre la idea y la materia, no siendo estrictamente ni lo uno ni lo otro, utiliza la disposición y el orden como elementos auxiliares de la idea y al servicio de ella, de acuerdo con un criterio lingüístico que permite el entendimiento adecuado. esta cuestión decisiva es algo que se establece previamente (como cualquier lenguaje) y deriva de unas leyes en mayor o menor medida inmutables, pero que se mantienen en lo sustancial por grandes períodos de tiempo.

La circunstancia que produce una obra de arquitectura sea percibida fundamentalmente en lo material y que sólo a través de la percepción de esa materia se pueda llegar a un conocimiento ulterior sobre la cualidad que la informa o no, produce la generación de unos arquetipos formados a lo largo del tiempo, que se mantienen fundamentalmente invariables en su transcurso. El arquetipo será el modelo original y primario, el tipo soberano y eterno que sirve de forma ejemplar al entendimiento y voluntad del hombre. Las formas de construcción son arquetípicas en el sentido de lo que al espectador se le ofrece "lo que espera que sea" lo que recibe a fin de cuentas y que se presentan a través de códigos traducidos muros, puertas, suelos, ventanas o escaleras, con un ser previo propio y determinante en función de cada tipo de civilización que es la que define ese lenguaje. Su uso, más o menos convencional, se produce a lo largo y a lo ancho de toda la historia de la arquitectura.



© M.M.Monis 2008

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