martes, 5 de mayo de 2009

Dos Ragusas por el precio de una...






























Si nos dirigimos a Ragusa llegaremos a dos ciudades distintas pero con algunos parecidos: la primera es capital de la homónima provincia de Ragusa, en Sicilia; con la segunda encontramos la actual Dubrovnik, ciudad del litoral dálmata que llegó a formar una república marinera, la histórica República de Ragusa, entre los siglos XVI y XIX. Los orígenes de la Ragusa siciliana pueden remontarse al II milenio a. C. Posteriormente, la antigua ciudad, ubicada sobre una colina, entró en contacto con las cercanas colonias griegas. Después de un breve periodo de dominio cartaginés, fue administrada por romanos y bizantinos: estos últimos fortificaron la ciudad y construyeron un gran castillo. Ragusa fue luego ocupada por sarracenos en 848, quedando bajo su dominio hasta el siglo XI, cuando es conquistada por los normandos. Posteriormente Ragusa siguió los acontecimientos del reino de Sicilia, creado en la primera mitad del siglo XII. Feudo de la familia Chiaramonte, permaneció como capital de condado, un estatus que perdió en el siglo XV después de una revuelta popular. En 1693 la ciudad quedó devastada por un terremoto. Tras la catástrofe, la ciudad fue reconstruida con espléndidos edificios de estilo barroco.















Ragusa es Patrimonio de la Humanidad desde 2002 y aunque ha cambiado considerablemente durante los últimos 20 años debido al turismo, muchos lugares de la ciudad se mantienen igual que hace siglos. La ciudad tiene dos partes distintas: Ragusa Ibla y Ragusa Superiore separadas por el cuatro puentes que atraviesan el desnivel que las separa. La Catedral de San Giovanni Battista es el principal monumento de la ciudad alta ubicada bajo las murallas del castillo medieval y construida durante el siglo XVIII con una fachada de estilo barroco tardío de influencia francesa. La mayor parte de la arquitectura barroca de interés está, sin embargo, en la ciudad baja.




















La catedral de San Giorgio fue construida a partir del año 1738 por el arquitecto Rosario Gagliardi, en sustitución del templo destruido por el terremoto de 1693. La fachada se caracteriza por un tramo de 250 escalones y unas macizas columnas ornamentadas, así como estatuas de santos y pórticos decorados que trae a la memoria esas bodas sicilianas que recordamos de alguna película ya algo lejana.




















Un callejón tortuoso conecta Ragusa Ibla (el nuevo nombre de Ragusa Inferiore, tomado de una legendaria ciudad griega que quizá se alzó en este lugar) con Ragusa Superiore y allí está la iglesia de Santa Maria delle Scale construida entre el siglo XV y el XVI. Muy dañada durante el terremoto, la mitad de esta iglesia fue reconstruida en estilo barroco, mientras que la mitad superviviente se mantuvo en el gótico original. Es sabida la afición de los italianos por construir iglesias y Ragusa tiene más: la de las Almas del Purgatorio o la de de Santa Maria dell'Itria, construida por los Caballeros de Malta en el siglo XVII con un campanario decorado con cerámica. La iglesia de Sant'Antonino es un ejemplo de arquitectura normanda, caracterizada por un portal gótico, mientras que la iglesia de la Immacolata presenta un bello portal del siglo XIV. Como no sólo de pan vive el hombre, finalmente, y siempre en la ciudad baja, el Palazzo Zacco es una de las más bellas edificaciones barrocas de la ciudad con columnas corintias que sostienen balcones de hierro forjado, cariátides y gruteschi.




















La otra Ragusa está algo lejos de allí: se trata de la actual Dubrovnik, una ciudad costera de la actual Croacia y centro turístico del Adriático. Dubrovnik es una ciudad rodeada de murallas y fortificaciones, al pie de una montaña que cae a pico sobre el mar. También fue declarada en 1979 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y esa declaración fue nuevamente ampliada en 1994. También Dubrovnik se fundó para unir dos pequeñas ciudades: Laus que estaba en una pequeña isla al sur de la costa dálmata y Dubrava un asentamiento eslavo en una colina y la ciudad se llamó oficialmente Ragusa hasta el año 1909.










En el siglo VII, los habitantes de la región se refugiaron en un pequeño pueblo de pescadores y lo fortificaron para defenderse de las invasiones eslavas. Después vinieron los romanos (Diocleciano que era dálmata tuvo un magníficopalacio en Spalato) y también los árabes se interesaron por este puerto cada vez más próspero llegando hasta él en el siglo VIII para atacarlo. La leyenda dice que Roldán, famoso caballero carolingio, acudió entonces en ayuda de la ciudad asediada y la liberó del invasor, aunque en esa época no imaginara lo que le esperaba en Roncesvalles, que no es Ragusa precisamente. Para el siglo IX, Ragusa era ya la ciudad más importante de Dalmacia, y formaba una pequeña república independiente bajo la soberanía nominal de Bizancio. Sus navíos surcaban todos los mares del Levante, desde el Adriático hasta el Bósforo y disponía de su propia flota de guerra para defenderse, pero eso no fue suficiente para impedir que los normandos se adueñaran de la ciudad en 1081. A los normandos les gustaba el nombre de Ragusa, por lo que se ve.















En el siglo XII se erigieron nuevas murallas alrededor de la ciudad pero la pujante república de Venecia, cuyos barcos hacían escala en la costa dálmata, anhelaba anexionarse este puerto estratégico para sus fines comerciales cosa que consiguió desde 1205 hasta 1358, fecha en la que consiguió un estatuto especial que permitió cierto control comercial y político de su ciudad al precio de compartir el pode con los venecianos. Pero cuando Venecia se retiró de Dubrovnik, aparecieron los turcos por el Este. En 1364, Dubrovnik firmó con el sultán otomano una alianza y gracias a este acuerdo, la ciudad fue respetada por los turcos. El límite histórico de la expansión turca en los Balcanes corresponde exactamente a la frontera actual entre Croacia y Bosnia-Herzegovina. Los turcos se detuvieron en la cima de la montaña que domina la ciudad, pero no descendieron a Ragusa. Concedieron una especie de privilegio a esta pequeña ciudad cristiana no ortodoxa apaciblemente ocupada en la industria y el comercio. A cambio de esa protección, la ciudad debía pagar un tributo al sultán y una delegación se dirigía cada año a Constantinopla a tal efecto, permaneciendo un año allí retenida como garantía del siguiente tributo. Desde 1421, la ciudad obtuvo el privilegio de comerciar con Asia y África. Con el monopolio del comercio marítimo en las provincias greco eslavas, Dubrovnik rivalizó con Pisa y Venecia. La Ragusa dálmata llegó a tener consulado en Sevilla y envió en las carabelas de Colón a dos de sus marinos en el primer viaje del Almirante. Gracias a su habilidad diplomática, la ciudad consiguió mantener su independencia más o menos parcial durante cerca de mil años.













En el siglo XVI, época de su máximo esplendor, la flota de Ragusa llegó a tener hasta doscientos barcos. La expansión prosiguió hasta 1667, en que un seísmo destruyó casi por completo la ciudad, causando la muerte de casi 5.000 personas. Todas las Ragusas tienen su terremoto. El 31 de enero de 1808, un decreto napoleónico puso fin a la república de Ragusa, que fue incorporada a las Provincias ilirias con la capital en Ljubljana bajo el control de Francia. Los franceses no permanecieron mucho tiempo, pero dejaron su impronta construyendo una fortificación en la cima de la montaña que aún subsiste y una larguísima carretera, aún en uso hoy en día que llegaba hasta Trieste. En 1815 Dubrovnik pasa a control austriaco, bajo el cual permanece hasta 1918, fecha del fin del Imperio Austrohúngaro. Entre las dos guerras mundiales Dubrovnik vivió una existencia lánguida y olvidada hasta la época de Tito en la que se convirtió en el centro de veraneo más solicitado de la antigua Yugoslavia. Cuando el sistema se hundió en 1991, el país se desmembró y la guerra llegó acto seguido.




















Para detener el proceso de independencia de Croacia el ejército yugoslavo, compuesto en su mayoría por serbios y montenegrinos, declaró la guerra a los croatas lanzando un ataque combinado sobre Dubrovnik con objeto de anexionar toda la región a la "Gran Serbia". La artillería bombardeó sin cesar la ciudad desde la cima del monte Srdj y el asedio se mantuvo durante seis meses. Cerca de 33.000 personas se vieron obligadas a dejar sus hogares ante el asombro del mundo entero. El balance fue desastroso con el bombardeo de iglesias, palacios y edificios históricos. Sin embargo, la muralla permaneció intacta. Hoy, las huellas físicas de la guerra han desaparecido prácticamente. Se han restaurado los tejados y la prosperidad vuelve y con ella los turistas. Esa guerra, tan cercana, parece ahora solamente una mal sueño, una pesadilla ya pasada para los europeos.


Ragusa

Ahí tienes toda la historia:
el Mediterráneo, desde Roma a Venecia;
en algún rincón del pueblo,
también encontrarás una canción bizantina,
un eco de Chipre, y más allá,
un balcón pequeño que tiene olores
de todos los perfumes del Oriente.

2 comentarios:

Fujur dijo...

Empiezo a sospechar que me lees el pensamiento... RAGUSA... la ciudad que llegara a rivalizar con Venecia (y que gozo de privilegios por parte de los otomanos... curioso que ahora sea de la "católica" croacia anti serbia y bosnia...).

M.Monís dijo...

Celebro que coincidamos de nuevo,,,en realidad fue una feliz coincidencia la que también a mi me llevó hasta el Adriático.

La vida da vueltas, y la nuestra también; hoy día no podemos ver de igual modo los acontecimientos de hace rescientos años, de modo que nuestra lente está casi siempre fuera de foco.

La política mediterránea siempre se surtió de coincidencias felices y de oportunistas que las aprovecharon en su favor; Venecia o la propia ragusa son buenos ejemplos de ello, pero los hay anteriores. Solamente el advenimiento de un nuevo concepto de las naciones (traido primero por la Revolución Francesa y luego puesto en práctica por Napoleón) pudo cambiar esa estartegia de siglos y las pequeñas repúblicas mediterráneas fueron sus víctimas.

El caso de ahora es distinto, pues los europeos no creemos ya en casi nada 8quizá en nuestro propio culo, pero más bien poco, me temo).

De modo que la idea es convertir a esas regiones de antigua raigambre en un siniestro parque temático de turistas en camiseta.

Ese es el sentido de la publicidad que vemos a diario, de modo que esta clase de comentarios solamente queda para gentes extravagantes o esnobs que, como tu y yo, a veces volvemos la vista hacia atrás para enterarnos en donde estamos.

En cualquiera de los casos ¡Viva Cancún! Pues eso...