martes, 24 de marzo de 2009

Al hilo del post anterior y el comentario de Ramon de la Mata...














Estoy de acuerdo en parte con el comentario: algo que siempre me sorprendió desde mi más tierna infancia era la rigurosa contemporaneidad que los pintores concedían a la puesta en escena (y a los paisajes de fondo) en sus recreaciones religiosas y mitológicas, al igual que haría un director de escena contemporáneo de nuestras días al montar una ópera de Mozart, o incluso de Wagner. Ese efecto que hoy día resulta chocante (o quizá descabellado en los montajes de Calixto Bieito, un suponer) era absolutamente habitual para los pintores del Renacimiento, que seguían así una tradición medieval.
















Montaje de Calixto Bieito para "El rapto en el Serrallo" KV 384 de W.A. Mozart

La cuestión proviene más bien de la herencia de una cultura icónica que se plantea en términos contemporáneos y que supone que Jesucristo viaje en el metro o que San Gabriel Arcángel sea un guardia de la circulación (así parece que se desprende de los montajes antedichos). El asunto es que hoy en día carecemos de esa cultura icónica, que ha sido sustituida por la cultura de respeto a la antigüedad y a los testimonios del pasado, sobre todo a partir de la Ilustración, de modo que esos valores son ya testimonios del pasado, que han sido vueltos a revelar por un imaginario creado a partir de la mitad del XIX y principios del XX, buceando en la cultura de los viajes y las recreaciones historicistas más o menos fantasiosas. De ese modo, las enseñanzas morales ya no tiene el valor del presente y se envuelven en la neblina prestigiosa del pasado, tal y como lo revelan las películas de “peplum” tan habituales en la década de los cincuenta y sesenta.














Nadie quiere ver (salvo Bieito ed altri) a San Jorge tomando copas en Malasaña, so pena de socavar su prestigio moral. Obviamente, el Renacimiento italiano no lo veía así, y traía a esos protagonistas (y a sus paisajes) al primer plano de la actualidad, planteando el conflicto en términos contemporáneos. El infierno pasa de ser un lugar oscuro e imaginario a convertirse en un castillo de Flandes, mas o menos imaginado en llamas y el fondo de san Jorge rescatando a la princesa el de una villa palladiana, más o menos como los que aun se contemplan hoy en día (con los árboles menos altos, eso sí, ya que el tiempo no pasa en vano).

















Sin embargo, la transformación se radicaliza en poco tiempo, y el propio Rafael (y los pintores manieristas que le sucederán en un lapso de tiempo van a olvidar en poco tiempo esos fondos referenciales para explicar sus historias.
















La lección será a partir de ahora, la del personaje en forma de retrato, atribuyendo la expresividad y el contenido moral al propio personaje: el paisaje genera su ser autónomo, de modo que las figuras se empequeñecen para dar paso a un escenario en el cual la geografía del país y sus habitantes pasan a ser un “paisaje” que ya tendrá un contenido propio y autónomo, al margen de las consideraciones mitológicas y morales anteriores. El concepto de figura con paisaje se desequilibra, los fondos se desvanecen en los retratos y ya no resulta necesaria su representación documentada, tal y como ocurría en los pintores del quattrocento (y en el primer Rafael, como se ha visto).



4 comentarios:

Ramon de la Mata dijo...

Estoy totalmente de acuerdo, como decíamos ayer, la independencia de los personajes y los fondos, caminarán de manera autónoma, el personaje revalorizado y los paisajes disminidos, por no decir, desaparecidos, dará paso a la autonomía de paisaje, para pasar a ser protoganista, Goethe en su viaje a Roma, empieza este camino, los dibujos de este autor reflejan el paisaje romano, y no son precisamente ls ruinas los protagonistas de los mismos,"ya es hora de olvidar a los griegos " el sentimiento comienza a ser reflejado en los trazos del autor, las sensaciones, emociones que pueden suscitar tanto la realidad como el recuerdo , emergen en los dibujos, la relación entre sujeto y objeto ha sido modificada sustancialmente, ya no constituyen dos realidades diferenciadas aunque aparezcan en el mismo cuadro, sino que constityen el alma mater de cuadro, esta integración entre sujeto y objeto, se hará inseparable practicamente hasta las vanguardias, pero eso es otro capítulo

Bettina Dubcovsky dijo...

¡Qué maravillosa sorpresa! Me ha pillado más allá de la medianoche, cuando la mañana promete madrugón. Este fin de semana le dedicaré tiempo para deleitarme...
Besitos, poeta.
Lulú

M.Monís dijo...

Gracias Lulú...

Un beso para tí.

M.

M.Monís dijo...

Bueno, Ramón, hice un post con estas ideas...a ver que te parece!